domingo, 15 de marzo de 2015

Interludio XVII


Diup se alejaba pensativo. Resultaba increíble pensar que la violencia podía aparecer de pronto, al girar una esquina. No en los bajos fondos de algún planeta del borde exterior, si no aquí en Recopia, en el propio espaciopuerto, tan solo caminar, y encontrarte a un hombre apuñalado por asuntos turbios que no quería revelar.

Un contrabandista y un ajuste de cuentas en público, que duda cabe, pero el concepto era ese, y demostraba que cualquiera, en el momento mas inesperado, podía ser golpeado por la violencia mas primigenia en forma de atracadores, piratas espaciales, o como un daño colateral de la Alianza Rebelde. A este hombre le había tocado una puñalada profunda y muy envenenada, asestada sin duda por algún camorrista profesional que se ganaba la vida con estas cosas. Una vergüenza que esa gentuza pudiese vivir mezclada con honrados ciudadanos.

Sin duda una importante operación anticontrabando, o peor, contra los rebeldes, se estaba llevando a cabo ahora mismo en todo Recopia, y en Hinder en concreto. Posiblemente, en este mismo espaciopuerto. Las comunicaciones estaban bloqueadas, los vuelos interrumpidos, el Moff del Sector había tenido que emitir un comunicado para tranquilizar a Hinder y a Recopia, y sin duda las noticias de los próximos días hablarían de los millones de créditos perdidos en un bloqueo que ya duraba un día y solo parecía acrecentarse.

Desde luego ese pobre personaje no se merecía terminar en el suelo, paralizado por alguna clase de toxina desconocida, pero no iba a sentir pena por algún contrabandista de tres al cuarto al que el bloqueo le había enemistado con su tripulación o su pagador. Había cumplido su deber moral de auxiliarle, y lo había hecho lo mejor que podía. Había pasado el análisis toxicologico a los enfermeros, y ellos deberían encargarse de su paciente, como él se encarga de los suyos. Su comportamiento consideraba que había sido mas que intachable.

Avanzando por la apelotonada avenida, los pensamientos de Maller se pararon en ese extraño individuo que había llegado a hacerse cargo de la situación. Parecía un agente con alguna clase de rango, y obviamente no era buena idea ponerse en su camino. Sin duda lo mas inteligente del día había sido dejar a aquel desgraciado a su suerte y no acompañarle como en un principio se le había pasado por la cabeza.



La avenida estaba realmente llena gracias al bloqueo y los animales sin embarcar. Por lo que indicaban los paneles informativos, la noche había traído la lluvia, la pestilente lluvia fuera, y su camino de vuelta al apartamento desde la tienda de electrónica iba a tener que esperar. En estos pensamientos estaba cuando frente a él, un alienigena no tuvo mejor idea que disparar una foto hacia la multitud, obligándole a pararse para mostrar la educación que el alien no había mostrado capturando tantos rostros desconocidos, posiblemente para exponerlos en su espacio virtual comentando una vivencia tan exótica como un bloqueo planetario.

De manual. El alien, con una sonrisa casi estúpida en su rostro si no fuese por su aspecto depredador, bajo al instante la mirada para comenzar a manipular su dispositivo, sin duda sin saber, o sin reparar, en que no podría conectar con la red galáctica para exponer su maldita foto a la galaxia. Y eso suponiendo que cuando se restaurase, el Imperio diese de paso material relacionado con una acción políticamente discutible.


Efectivamente, tras pasar el control Imperial en el acceso al espaciopuerto, fuera le esperaba la lluvia. La mera presencia de los misteriosos soldados de asaltos hacía preferible la lluvia a estar resguardado cerca del control, pero Diup nunca había compartido el temor de la ciudadanía por los soldados de asalto. Le daba igual si eran como se decía androides, hombres probeta, meros reclutas, o soldados neuroprogramados.
La verdad que no conocía a nadie que se hubiese alistado para ser uno de ellos, pero en cualquier caso Diup tenía muy claro que los soldados de asalto dan problemas solo a quienes los buscan, los llevan ocultos, o no se pliegan ante las exigencias de la autoridad, y él no era de ninguno de los tres, así que apartándose un poco, se quedó a cubierto, acostumbrado al sulfuroso olor vivo de la lluvia, que caía a raudales en la noche.

El golpe le vino desde la espalda, proveniente del control imperial. Le llevó dos pasos cortos hacia delante, y cuando reaccionó, vio alejándose de él hacia delante, siguiendo su atolondrado camino hacia la lluvia al alienigena de la maldita foto.
- "Putos alien subnormales" murmuró Maller antes de poderse dar cuenta.
El alienígena se perdió en la lluvia, con rumbo a las calles de la ciudad.

El zumbido de su puerta dejó escapar el calor de su pequeña casa, programada la temperatura para aumentar un par de grados en estos casos. Algo mojado, y con mucho retraso por esperar a que las calles fuesen mas practicables, Diup entró en su casa y se descalzó para no meter dentro de su (todavía sin pagar) casa, el agua de la lluvia y los sulfuros que arrastraba con ella.

Solo al día siguiente, desayunando tras la ducha, se percató al recoger su medimuñequera que a esta le faltaba el cartucho de datos que había ofrecido ayer a los paramédicos para que lo grabasen. Juraría que se lo habían devuelto. Si, y había vuelto a conectarla al módulo. ¿Acaso la había conectado floja? No eran baratas precisamente. Esta tarde tendría que buscar por casa. Si la había perdido volviendo, debería comprar otra, y esta temporada no era el mejor momento para gastos.